Por Alfredo Lozano

Amelia Earhart
(1897-1937)
Amelia Earhart es la aviadora más famosa de la historia. En un campo reservado a los hombres y en una época en la que la aviación era símbolo de poder, aventura y elitismo, sus logros la convirtieron en la mujer más popular del mundo. Adelantada a su época, Amelia batía records mundiales, lograba hazañas que muchos hombres habían intentado antes sin éxito y las publicaba en libros de ventas millonarias con las que financiaba su próximo reto. Pero convertida ya en un ídolo mundial, Amelia Earhart desapareció en algún lugar del océano Pacífico el 2 de Julio de 1937 mientras trataba de dar la vuelta al mundo junto al navegante Fred Noonan a bordo de un modernísimo Lockheed Electra 10E Special, matrícula NR16012.

Amelia Earhart y Alfred Noonan
Su amigo personal, el presidente de los Estados Unidos Franklin D. Roosevelt lanzó la mayor operación de búsqueda y rescate de la historia hasta la fecha, con 9 barcos, 66 aviones y un coste de más de 4 millones de dólares, sin éxito. Dado que la propia Amelia reportó en una de sus últimas transmisiones de radio que se estaba quedando sin combustible sin haber divisado tierra, se les consideró desaparecidos bajo las aguas del océano. Pero 75 años después, el análisis de las pruebas recogidas por distintas expediciones a la zona parecen reforzar el romanticismo de su última proeza y confirmar que Amelia pudo haber tomado tierra en las blancas arenas de una isla desierta, donde habría vivido como náufraga hasta sus últimos días. He aquí la historia.
El último vuelo.
La aventura de dar la vuelta al mundo estaba llegando a su fin. Aquel 2 de Julio de 1937 la última etapa del viaje debía llevar al Lockheed Electra y a sus tripulantes, el prestigioso navegante de Pan Am Fred Noonan y la aviadora Amelia Earhart desde Lae, en Nueva Guinea, hasta la isla de Howland, un pequeño pedazo de tierra en el Pacífico donde recientemente se había construído una pista de aterrizaje de contingencia que sirviera como escala en vuelos transoceánicos. El barco guardacostas Itasca les esperaba atracado en Howland para suministrarles el combustible necesario para llegar hasta Honolulu, en Hawaii, y desde allí a Oackland, California, desde donde habían partido el 20 de Mayo, dando así por concluída la hazaña de dar la vuelta al mundo por la línea del ecuador.

flight route / ruta de vuelo
Amelia y Noonan comenzaron temprano su prevuelo y encontraron una meteo favorable, aunque con algunas tormentas aisladas y vientos de cara que disminuirían notablemente su groundspeed, aumentando así el tiempo de vuelo. Estaban por tanto obligados a optimizar el combustible a lo largo de una ruta que trataría de encontrar una aguja en un pajar. Una isla de apenas 3 kilómetros de longitud y 5 metros de altura a 2000 millas de distancia. Alfred Noonan sabía que sólo tendrían una oportunidad para encontrarla. Si no lo hacían, no tendrían combustible suficiente ni para llegar hasta Hawaii ni para retornar al punto de partida.
El Electra despegó con sus depósitos llenos desde la pista de hierba de Lae a las 10:00 LT (00:00 GMT). Poco después de alzar el vuelo, Amelia divisó la tormenta que se interponía en su rumbo directo a Howland y se desvió 20 grados a la derecha para rodearla, tras lo cual trató de volver a interceptar el rumbo noreste inicial. Los vientos de cara eran de 23 nudos, sólo un poco por encima de lo esperado, brillaban las estrellas en una noche sin luna y tras 17 horas y 45 minutos de vuelo Fred Noonan calculó que se hallaban a 200 millas de su destino. La autonomía de vuelo del Electra con el consumo actual era de 22 horas, y el margen de error que el navegante le daba a sus cálculos era de sólo 4 millas, por lo que parecía que iban a conseguir alcanzar tierra dentro de los márgenes calculados. Pero a partir de ese momento, todo un cúmulo de adversidades iban a conspirar en contra del éxito del viaje. Uno de los instrumentos encargados de administrar la potencia de los motores para lograr la mayor distancia de vuelo con el menor consumo de combustible comenzó a fallar entre la cuarta y novena hora de vuelo, motivo por el cual cabía esperar que el consumo estuviera siendo mayor del deseado. Sin haber alcanzado aun el punto de no retorno, Amelia consideró que era más arriesgado dar la vuelta y aterrizar de nuevo en Lae en una noche sin luna que continuar el viaje y tratar de localizar Howland cuando ya hubiera amanecido, depositando así toda la confianza en las habilidades de navegación de Noonan. Pero dado el fuerte viento de cara y el desvío no previsto en su ruta, les quedaba un margen de error de tan sólo 90 minutos de combustible para localizar la isla, un tiempo muy inferior a las 4 horas de contingencia con las que habían contado. En estas circunstancias la precisión era un factor clave, pero desgraciadamente lo que hasta el momento había sido un cielo estrellado perfecto para los cálculos celestes del navegante Alfred Noonan se convirtió en el «cloudy and scattered» que Amelia radió en varias ocasiones ante la desesperación de los radiotelegrafistas del Itasca. La dificultad de recalcular una ruta que se había visto alterada por la necesidad de sortear la tormenta y el cansancio acumulado tras casi 24 horas de vigilia hicieron, muy probablemente, que la aviadora creyera haber alcanzado el T.O.D. de la ruta y reportara encontrarse a 100 millas de su destino cuando en realidad se hallaban aun a 146. Comenzó por tanto el descenso 46 millas antes de lo esperado, y al alcanzar los 1000 pies de altitud solo encontraron un vasto océano sin tierra a la vista. A las 19:12 GMT llegaron al punto en el que, según sus cálculos, Amelia y Noonan debían haber divisado la isla de Howland y al no encontrarla, comenzaron a volar en círculos tratando de localizarla, sin éxito. El Itasca recibe entonces una comunicación en la frecuencia de 6210 Kilociclos en la que Amelia informa: «KHAQQ llamando al Itasca, debemos de estar sobre Vds. pero no les vemos. Nos estamos quedando sin combustible y no logramos establecer contacto por radio. Si nos escuchan transmitan en 7500». 61 minutos después, seguían volando en círculos. Debido a un fallo en la antena de su radio, el avión sólo consiguió establecer un par de contactos en las dos direcciones de comunicación con el Itasca, si bien estos fueron muy pobres y demasiado cortos para que los radiotelegrafistas del barco pudieran calcular la demora y estimar así la posición del emisor. Como la aviadora no recibía los mensajes, trataron de comunicarse con ella por código morse, pero Earhart había decidido prescindir de varias piezas del equipo para aligerar el peso, dada la longitud de la escala, y uno de los equipos que se quedaron en Nueva Guinea antes de despegar fue el receptor morse. Esta circunstancia, unida al problema de recepción de la radio del Electra, imposibilitó que el Itasca pudiera dar indicación alguna a la tripulación del avión. Y de haber podido, estas tampoco podrían haber servido de mucha ayuda, dado que el radiogoniómetro del barco, equipo capaz de determinar la posición de un emisor de radio, se había quedado sin batería cuando su operador se lo dejó descuidadamente encendido durante toda la noche anterior. Estaban, por tanto, aislados a su suerte. La última comunicación de Amelia Earhart, a las 20:14 GMT, decía: «Estamos en la línea de posición 157-337, recorriéndola Norte y Sur». Una línea loxodrómica que, sobre el mapa, trazara un rumbo 157 grados-337 grados debería pasar necesariamente, a juzgar por los cálculos de posición de Noonan, sobre la isla de Howland y el Itasca, motivo por el cual la barrían de Norte a Sur desesperadamente. Lo que nunca sabremos es si el navegante se había dado cuenta de que una prolongación de dicha línea también cruzaba sobre el atolón de Gardner, actualmente conocido como Nikumaroro, a 356 millas al Sureste de Howland. En cualquier caso no parece lógico que, aun de haberlo sabido, con el combustible que les quedaba se arriesgaran a volar hasta Nikumaroro de manera voluntaria. Si llegaron a alcanzar la isla, posiblemente la acabaran encontrando a fuerza de recorrer a ciegas el citado rumbo 157-337.

Desaparecidos.
Las señales de radio que se recibieron después de este momento, supuestamente enviadas por la propia Amelia Earhart como llamadas de socorro, fueron el punto de partida para la mastodóntica operación de búsqueda y rescate, que se centró a lo largo de la línea 157-337 desde la isla de Howland. Multitud de radiotelegrafistas privados, comerciales y del propio Gobierno de los Estados Unidos, no sólo en la zona del Pacífico sino también en territorio continental americano recibieron las supuestas llamadas de socorro y, si bien muchas de ellas eran claros fraudes, al menos siete fueron consideradas verdaderas. Los equipos RDF (radio direction finder) que Pan American Airways tenía en la isla de Oahu, Midway, determinaron que las transmisiones más fiables eran las radiadas en la frecuencia de 6210 Kilociclos, la misma utilizada por Earhart durante el fatídico vuelo. Todas ellas provenían además de algún lugar cerca de las islas Phoenix, a 350 millas al Sureste de Howland, y a las que la isla de Gardner pertenecía. Ingenieros de la Lockheed, fabricante del aparato siniestrado, determinaron que el avión no podría transmitir de encontrarse en el agua, pues la radio requería que al menos uno de los motores estuviera en marcha para poder obtener la energía suficiente para funcionar. La fase inicial de la búsqueda se basó por tanto en la idea de que el avión estaba en tierra, sobre su propio tren de aterrizaje y con al menos uno de sus motores en marcha para recargar las baterías, por lo que centraron la operación en los atolones inhabitados de las islas Phoenix.
Se determinó que el lugar más probable para un supuesto aterrizaje sería el arrecife de la costa Oeste de la isla de Gardner, la actual Nikumaroro. Cuando baja la marea en el atolón de Nikumaroro, queda una superficie perfectamente plana de arrecife en la que se podría aterrizar un avión.

Representación artística del Electra en el arrecife de Nikumaroro
Este arrecife es plano hasta apenas 100 metros mar adentro, después de lo cual desciende abruptamente de nivel hasta una profundidad de varios miles de metros, como un monte Everest sumergido y con la cima plana asomando apenas unos metros por encima de la superficie del mar. Un avión posado en esa planicie inundable habría sido irremediablemente arrastrado mar adentro tras unos pocos días por las mareas. Así, una de las supuestas llamadas de socorro mencionaba que el agua estaba subiendo rápidamente. Desgraciadamente, los aviones de reconocimiento llegaron al atolón una semana después de la tragedia. Para entonces las llamadas de socorro habían cesado y, desde el aire, no lograron encontrar los restos del avión, si bien reconocieron lo que parecían ser «signos de actividad humana reciente». El atolón de Nikumaroro había estado habitado por última vez entre 1890 y 1892, cuando un pequeño equipo de trabajadores había tenido como misión plantar cocoteros en la isla. Sin embargo, parece ser que los discretos signos de actividad humana no fueron considerados evidencia suficiente y la operación de búsqueda finalizó el 18 de Julio. Posiblemente los consideraron obra de los supervivientes del naufragio del SS Norwich City, un barco británico que embarrancó en la costa oeste de la isla tan sólo 8 años antes de la desaparición del Electra, y cuyos náufragos habitaron unos días la playa del atolón antes de que un equipo de salvamento les rescatara.
En las noches siguientes al desastre, la joven norteamericana Betty Klenck aseguró haber sintonizado desde su casa en Florida una angustiosa voz que radiaba un mensaje de socorro. La voz repetía incesantemente ser Amelia Earhart, y unas palabras que a la joven le parecieron sonar como «New York city», si bien la recepción era muy pobre y con mucho ruido de estática. Los investigadores creen que, si la voz era realmente de Earhart, podría estar refiriéndose no a New York city, sino al Norwich City, dándolo como referencia para indicar que había logrado aterrizar su avión junto al barco embarrancado.
TIGHAR
The International Group for Historical Airplane Recovery (Grupo Internacional para la Recuperación de Aviones Históricos) se fundó en 1985 y desde 1988 cuenta con una división especialmente dedicada a la búsqueda de Amelia Earhart, Fred Noonan y su avión Lockheed Electra. Desde entonces, han realizado siete expediciones al atolón de Nikumaroro, centrando las investigaciones en el área donde los aviones de rescate creyeron divisar signos de actividad humana reciente en una isla inhabitada desde 1892, y creen haber encontrado evidencias suficientes para confirmar que Amelia sobrevivió al menos durante unos pocos días en aquel lugar, donde probablemente acabaría muriendo de deshidratación, infección o debido a la alta toxicidad de algunos peces del arrecife. De la suerte de Noonan no se tiene evidencia alguna, por lo que se cree que pudiera haber muerto antes que Amelia, y que ésta le hubiera enterrado en algún lugar de la isla, donde aun descansaría.
Los hallazgos.
Tan sólo un año después de la desaparición del vuelo KHAQQ, en 1938 se estableció en la isla de Gardner una colonia británica. El oficial Eric Bevington había sido enviado unos meses antes para fotografiar la zona y hacer un estudio de viabilidad del futuro asentamiento. En una de esas fotos de puede ver el pecio del SS Norwich City embarrancado, y a unos 300 metros de él, emergiendo del agua cerca de la orilla, un extraño objeto que no parece corresponderse con el entorno ni tener un origen natural, sino manufacturado por el hombre. Un estudio detallado de la fotografía ha llevado a TIGHAR a pensar que lo que se ve es uno de los trenes de aterrizaje del Electra emergiendo fantasmagóricamente de las aguas poco profundas del arrecife, todavía anclado en el mismo lugar donde se detuvo por última vez el avión antes de ser engullido mar adentro por las mareas.

¿Tren de aterrizaje y neumático de un Lockheed Electra?
Los colonos permanecieron en la isla hasta 1963, fecha en la que tuvieron que abandonar el atolón por una devastadora sequía. Excavaciones en la zona del asentamiento colonial por parte de los investigadores de TIGHAR han recuperado objetos que habían sido transformados para su utilidad doméstica a partir de piezas de avión. Algunas de estas piezas parecen provenir de aviones de la segunda guerra mundial, pero otras, principalmente piezas de aluminio y plexiglas, parecen ser consistentes con el Lockheed Electra de Amelia Earhart. En entrevistas a algunos colonos a finales de los años 90, estos reconocían haber obtenido dichos objetos de «los restos un accidente de avión que había allí cuando llegamos»
En 1940, un oficial del asentamiento británico encontró en la costa sureste de la isla los restos de un esqueleto humano, evidencias de fuegos de hoguera, pequeños huesos de animales (tortugas, peces, aves, moluscos y pequeños roedores), un frasco de linimento y otro de bálsamo para las manos de una marca muy de moda entre las mujeres de los años 30 fabricada en Illinois, las suelas de un zapato de mujer y otro de hombre y la caja de un sextante, además de varios trozos de cristal con apariencia de haber sido utilizados para cortar y recoger agua de lluvia. Al parecer, el número de serie grabado en la caja del sextante es consistente con la marca y modelo del sextante de Fred Noonan. El colono y oficial británico que encontró los restos estaba al tanto de la desaparición del Electra en la zona, así que pensó que debían de pertenecer a Amelia Earhart y los envió a los cuarteles generales que las colonias británicas tenían en Fiji para su análisis. Las evidencias se clasificaron como alto secreto, pero cuando un doctor sin conocimientos de medicina forense determinó que el esqueleto pertenecía a un varón de origen europeo se archivó el caso. Con los años, dicho esqueleto se ha extraviado, aunque recientes análisis computerizados de las mediciones que aquel médico realizó en los huesos parecen indicar que podría tratarse no de un hombre, sino de una mujer con descendencia noreuropea y de una estatura equivalente a la de Earhart (173 cm).

En amarillo, las partes de esqueleto recuperadas.
Las siete expediciones que TIGHAR ha llevado hasta el momento a las zonas donde los británicos encontraron los restos de un campamento en 1940 (en la costa sur de la isla) y donde decían haber divisado los restos de un avión (en la costa oeste) han dado como resultado la obtención de numerosos hallazgos.

Las zonas de investigación.
En la costa sur, donde se encontraron los restos de acampada y el esqueleto inicial, las nuevas expediciones hallaron huesos compatibles con la fisiología de un dedo humano o de tortuga. Al parecer los primeros análisis de ADN determinaron su origen humano, si bien posteriores estudios no han podido replicar dichos resultados. En la misma zona se encontró materia fecal que sí ha sido identificada como inequívocamente humana. Otros objetos encontrados recientemente son una hoja de cuchillo, el mango de una navaja suiza (sin la hoja) como la que los tripulantes del Electra llevaban a bordo, una botella de ungüento para disimular las pecas del rostro y restos de cosméticos. Amelia Earhart reconoció en una entrevista viajar siempre con su set de maquillaje y su ungüento para las pecas, de las que se avergonzaba. Decía que quería estar siempre preparada para las fotos de la prensa cuando bajaba de su avión.

La jarrita de ungüento para las pecas encontrada por TIGHAR en Nikumaroro, y una jarrita de ungüento para las pecas marca Dr. C.H. Berry´s Freckel Ointment, años 30.
Paralelamente a las excavaciones en tierra firme, TIGHAR ha llevado a cabo también una extensa exploración marítima para localizar los restos del avión presuntamente arrastrados y sumergidos por las mareas, sin éxito. A fecha de hoy, la exploración subacuática se ha limitado a la zona del arrecife donde el supuesto tren de aterrizaje aparecía en la foto de Bevington, y mar adentro hasta una distancia de 600 de la orilla y una profundidad de tan solo 1100 pies.

Una próxima expedición en 2014 llevará un equipo capaz de sumergirse a mayor profundidad y tratar de localizar los restos de un avión que aun se resisten a ser descubiertos.
Es posible que para entonces el misterio que durante los últimos 75 años ha envuelto la desaparición de la aviadora más famosa de la historia quede resuelto. Mientras tanto, el último vuelo de Amelia Earhart, Fred Noonan y su Lockheed Electra nos seguirá inspirando las historias de aventura, descubrimiento y romanticismo belle epoque que ellos mismos tanto amaban y por las que murieron. En las propias palabras de Amelia, «decide si tu objetivo merece o no los riesgos que entraña. Si lo vale, deja de preocuparte»

Amelia y su Electra.